Cada año, febrero destaca por ser el mes más corto del calendario, con solo 28 días en los años comunes y 29 en los bisiestos. Esta peculiaridad se debe a la forma en que se estructuró el calendario gregoriano, el sistema utilizado en la mayoría de los países hoy en día.
Originalmente, el calendario atribuido a Rómulo, fundador de Roma, solo tenía diez meses y comenzaba en marzo, dejando un periodo invernal sin contar. Fue Numa Pompilio, segundo rey de Roma, quien incorporó enero y febrero, situándolo como el último mes del año con solo 28 días. Más tarde, cuando se reorganizó el calendario para alinearlo con el año solar, febrero mantuvo su corta duración.
A pesar de las reformas posteriores con el calendario juliano y finalmente el gregoriano, febrero sigue siendo el mes más breve, una curiosidad histórica que persiste hasta nuestros días.